En Nikko, al norte de Tokyo, en Japón, está el santuario de
Toshogu, construido en honor de Tokugawa Ieyasu. El santuario tiene una
escultura de madera con tres simpáticos monos que se conocen como Los monos
místicos. Esta es la figura más antigua que se conoce, pero quizá allá alguna
anterior en otro sitio.
Son Kikazaru, el que no oye, Iwarazu, el que no habla y
Mizaru, el que no ve en clarísima referencia a un juego de palabras japonés, ya
que saru significa mono.
Lo interesante es la leyenda que viene del siglo VIII, vamos
con ella: parece que los tres monitos era mensajeros enviados por los dioses
para delatar las malas acciones de los seres humanos gracias a un conjuro
mágico. El conjuro otorgaba a cada mono dos virtudes y un defecto. Como en el
chiste…
Kikazaru, es el mono sordo, y era el encargado de utilizar
la vista para observarlo todo, especialmente las malas acciones y decírselo a
Mizaru usando la voz. Mizaru, por su parte, era el mono ciego, no necesitaba la
vista porque su misión era llevar los mensajes de Kikazaru a Iwazaru. Mientras
que Iwarazu, que era el mono mudo, escuchaba los mensajes que le contaba Mizaru
para decidir la pena que los dioses debían imponer al malhechor y después
observar que ésta fuese cumplida.
Actualmente son los guardianes del santuario, del mausoleo
de Toshogu, donde descansa el fundador del Shogunato Tokugawa, que fue el
periodo de paz ininterrumpida, más largo de Japón. Ellos son los encargados de
guardar el descanso eterno de este famoso guerrero.
El juego de palabras que os decía es algo positivo. En Japón
las costumbres sociales son muy diferentes a las nuestras y el hecho de regalar
un mono, incluso una figurita decorativa, a otra persona va más allá de la
grosería o de la mala suerte, es algo así como desearle la muerte, por eso
estos monos llevan en su nombre la negación, para convertirse en un símbolo
positivo. Así que tienen diferentes interpretaciones: por ejemplo se dice que
para alcanzar la sabiduría absoluta, hay que negarse a escuchar, ver o decir
maldades. También hace alusión a la discreción: “no digas todo lo que sepas, no
mires lo que no debas y no creas todo lo que escuches”. Interesante en
cualquier caso.