miércoles, 29 de junio de 2011

Maribor, Pipi y las minas de Velenje


El año próximo, Maribor será la capital de la cultura europea, junto con la portuguesa Guimaraes. Una pequeña ciudad en el corazón de Europa, a unos kilómetros de Austria, compitiendo en importancia con Ljubljana, la capital eslovena.
Pero allí ¿qué se puede hacer? De momento pasarlo bien. Y comer. Y volver a sentirnos como cuando teníamos 10 años y el verano duraba una eternidad.
Hace poco estuve en Velenje, muy cerca de Maribor, en una especie de mina reconvertida en museo. No había dejado de ser una mina, porque una vez dentro, allí abajo a no se cuantísimos metros de profundidad, todavía se escuchaba en ensordecedor ruido de las máquinas trabajando. Pero una parte está habilitada como un museo. Una parte muy grande y que representaba a la perfección lo que debía de ser la vida en una mina.
Para empezar te equipan en la superficie. Casco y mono. Te deshaces de todo aquello que podría salvarte la vida en un momento dado. Es decir, dejas todas tus pertenencias en una consigna y te pones en fila para que te den tu almuerzo. Un bocadillo de salchicha y un zumo. Y como uno más, te subes al montacargas que baja, a lo que a mí me pareció velocidad de vértigo, hasta las entrañas de la tierra. Rezas, pero bajas.
Allí puede contemplar con absoluta tranquilidad algunos cuadros que reproducen lo que debían de ser escenas de la vida en aquellos túneles. Obreros trabajando, hombres picando, niños acarreando carbón, un pobre burro que nadie sabe qué hacía allí, el altar de Santa Bárbara… todo un dilema ya que en su época comunista, Eslovenia, erradicó toda forma de expresión religiosa. En fin, un poco de todo. He dicho “contemplar con absoluta tranquilidad”, sí. De hecho hay incluso una breve película para meterte en situación. Pero luego, después de un rato, los cuadros comienzan a poner en marcha una serie de teatralizaciones en las que te van metiendo poco a poco y el momento del derrumbamiento ya, te puede poner los nervios de punta.
En realidad no es peligroso, ni grotesco, ni siquiera aterrador, pero si te metes en el papel te asustas y en el fondo es la forma de sacarle más partido a la experiencia. Después, pasas a la sala “comedor” y allí se comen las viandas mientras unos y otros comentas sus impresiones sobre lo que ha pasado. Absolutamente increíble. Minutos después estás de nuevo en el ascensor supersónico ese que, a la misma velocidad que te bajó a las puertas del Averno, te devuelve sano y salvo al sitio donde todo empezó.
Puede ser, sin exagerar, uno de los museos más divertidos que he visto en mi vida.
Pero si eso no ha sido suficiente, existe la posibilidad de viajar hasta Velenje en septiembre y entonces tendrá la oportunidad de asistir también al Festival de Pipi Calzas-largas. Si eso no te devuelve a la infancia entonces ya no tiene caso que lo sigas intentando.

lunes, 20 de junio de 2011

Vacaciones en cueros.



Así, como la cigüeña nos dejó en casa de nuestros padres es como, sin duda, se está más cómodo. Y hace algunos años podría haber parecido una locura, pero a día de hoy y en nuestra sociedad, ya no suena tan descabellado. A mí la idea de pasarme un par de semanas, tostándome al sol, mientras disfruto del naturismo en todo su esplendor me suena cada vez mejor. Y puede que os parezca una frivolidad, pero el hecho de no tener que lidiar, por una vez, con la dichosa maleta, es algo que me alegra infinitamente. Uno se va con lo puesto y una semana después, vuelve con eso mismo… un descanso.
Y es que en España se está poniendo cada vez más de moda esta filosofía de vida. De hecho, ya hay varios pueblos que se han constituido como naturistas y en los que reina la tranquilidad y la más absoluta naturalidad. No, no se trata de un tema sexual ni de algo sórdido y morboso, sino todo lo contrario. Porque si bien es cierto que en el caso de sentir frío la gente se cubre, durante el resto del tiempo se pasean por el recinto en la absoluta libertad, pero acompañan sus actos con una serie de iniciativas acordes con los principios sobre los que se fundamenta la idea. Es decir, la comida es lo más natural y fresca posible, ni conservantes ni colorantes, pero de verdad, no como en la tele. La comida es sana, la medicina es lo más tradicional posible, entendiendo esto como medicina ancestral y no como la ciencia moderna en la que basamos nuestros diagnósticos. Y cierto es que sus habitantes están como las manzanas... Sanos y sonrosados.
El pueblo más famoso es el Fonoll, un municipio de Tarragona, pero cada vez hay más destinos que siguen o persiguen este concepto y a los que se unen, por ejemplo, los campings de caravanas. También hay hoteles y todo tipo de alojamientos. Por chocante que suene, todo es probar y acostumbrarse. Y de verdad, cuando uno lleva allí unos días, lo menos importante es el tema de la ropa. Es todo tan auténtico que hace que uno se sienta profundamente vivo y renovado. Así que ya sabéis… este año no hay que hacer maleta.

miércoles, 15 de junio de 2011

En el Mar Muerto


Hace pocas semanas tuve la inmensa suerte de poder darme un chapuzón en el Mar Muerto. Creo que es una experiencia que todo el mundo debería poder disfrutar una vez en su vida. Una vez como mínimo. Es algo difícil de describir, pero sin duda delicioso e inolvidable. Allí uno puede tumbarse a tomar el sol sin temor a quemarse y además puede hacerlo práctica y literalmente flotando dentro del agua.
Gracias al oasis de Ein Karem y a las fuentes naturales de agua dulce, es posible encontrar en la zona hoteles de todo tipo. De todas las categorías. De todos los precios.
En fin, lo importante es ir, eso sí, normalmente nadie te avisa de tres o cuatro cosillas que son importantes, pero que allí se convierten en imprescindibles. Como son, que al mar hay que ir con chanclas. No es una recomendación, de verdad que es importante, porque la sal pincha y corta… y luego no es nada agradable. Así que con sandalias está todo arreglado. Luego, hay que llevar una toalla. No para secarnos, que eso prácticamente ocurre por sí sólo. Si no para limpiarnos los ojos en el caso de que nos entre agua… agua súper salada, que pica, escuece y no hace ni pizca de gracia.
También es importante llevar crema. El Mar Muerto es el punto más profundo sobre la tierra, está como a 400 metros bajo el nivel del mar. Del mar normal. Y los rayos del sol no son tan peligrosos, pero la sal es más agresiva, así que lo ideal es darse una ducha de agua dulce, nada más salir. Y después untarse, aunque en el hotel, un poco de crema para evitar interacciones, rojeces y posibles alergias. Esas son las tres cosas que hay que llevar. Además de unas gafas de sol, si uno es sensible, porque si bien el sol no quema, sí deslumbra.
Eso sí, cuidadito cuando uno se mete dentro del agua, porque flotar, lo que se dice flotar, es algo literal… flotas, pero ¿cómo te pones de pie para salir? Por eso hay que tener mucho cuidado, moverse despacio para no salpicar y que no entre el agua en los ojos y tener muy buen humor, porque las posturas para enderezarse una vez dentro, son propias de Humor Amarillo.
Una experiencia para disfrutar y para dejarse la piel como la de un recién nacido. Deliciosamente suave y bonita. Un tratamiento exprés por el simple hecho de entrar en el agua. Ante tales argumentos, lo difícil es decir que no.