miércoles, 5 de febrero de 2014

El misterioso enigma de Nan Madol



Nueve parejas, es decir, nueve hombres y nueves mujeres, se hicieron a la mar en una canoa, buscando una nueva tierra sobre la que establecerse. Erraban sin rumbo fijo cuando se toparon con un pulpo, una pulpa concretamente, que se llamaba Letakika, quien les preguntó cuál era el motivo de su viaje. Cuando las parejas le hubieron relatado su intención, ella les indicó un lugar perfecto en medio del océano, en el que había una roca que surgía del mar y se alzaba sobre las olas.
Cuando los viajeros hallaron la roca, construyeron una isla sobre ella y dejaron viviendo allí a una de las parejas. Los otros 16, se marcharon. Se desconoce el nombre de aquél hombre, puesto que no tenía importancia, mientras que sí la mujer, la primera madre, era: Lemuetu. De hecho, Pohnpei descansa sobre un matriarcado.
Esta es la historia que relata la cosmogonía de la isla, según la sabiduría ancestral (y oral) de sus ancianos. Si bien, no tiene porqué ser cierta… tampoco es tan descabellado, teniendo en cuenta que su historia está enredada en la leyenda y que se desconoce prácticamente todo.
Nan Madol. Esta inquietante ciudad, hoy en ruinas, se encuentra en la costa este de la isla de Pohnpei, a medio camino entre Honolulu y Manila. En los Estados Federados de la Micronesia.
Se trata de una antigua ciudad que tiene una superficie de 60 hectáreas enclavada en   Sin embargo, su historia es un enigma desde todos los puntos. Nadie conocer el origen exacto de las ruinas, pero hay muchas leyendas que tratan de explicarlo y es que 400.000 bloques de basalto son muchos para haberlos tenido que transportar desde la costa norte de Ponape, lugar del que se cree que proceden las piedras con las que está construida la ciudad.
una frondosa selva en la que llueve alrededor de 360 días al año. Y además de forma torrencial. Al parecer, se trata de unas 92 pequeñas isletas que se dice que fueron construidas por el hombre, es decir, son artificiales.
Por lo tanto, las hipótesis se acumulan. Personalmente me gustan dos: la que dice que un mago llevó volando las piedras para construir los edificios, desde las canteras al otro lado de la isla… teoría buena donde las haya; y la que sostiene que las llevaron en balsas de madera de cocotero, descartando la posibilidad de haberlo hecho por tierra, debido a la endiablada geografía del terreno. Más aún si se tiene en cuenta que en la isla no viven más de 35.000 personas en la actualidad… y que en su día debieron de ser muchas menos.
Pero lo verdaderamente curioso, lo que nos llama la atención, no es sólo su formación o su construcción. Al parecer, los japoneses administraron la isla desde 1919 hasta la segunda guerra mundial y hay vestigios de una enorme actividad de extracción de platino y otros metales preciosos. Metales que encontraron en los canales sumergidos de Nan Madol. Porque sí, según las leyendas nativas y los informes de algunos buzos que aseguran haber visto construcciones, calles y avenidas cubiertas de conchas, corales, monolitos y otras señales que apuntan al hecho de que Nan Madol debió de ser una gran civilización ahora sumergida. Se dice que Nan Madol debió de ser la puerta de entrada a míticas ciudades como Kanimeiso o Kahnihmweiso, la ciudad donde vivían los reyes del sol.
La verdad es que la isla entera resulta enigmática, pero la ciudad e Nan Madol se lleva la palma, de hecho, los propios arqueólogos reconocen que desconocen la finalidad de estas ruinas que son las más impresionantes de todo el Pacífico.
Pero eso no es todo, porque en la isla, hay un punto mágico que da un sentido especial a todo el asunto. Es la jungla de Salapwuk, en las montañas del reino de Kiti, más o menos, al suroeste de Pohnpei. Allí es donde el imaginario colectivo habla de gigantes, de personas que sabía o podían volar, de poderes mágicos que permitieron transportar esos bloques de piedra por el aire… vamos, lo que viene siendo una conexión con seres superiores o incluso con extraterrestres, teoría que también algunos mantienen.
En cualquier caso, visitar esta isla, es ya una aventura en sí misma. No diré que los lugareños son personas abiertas ni mucho menos, ni que reciban a los turistas con los brazos abiertos, más bien todo lo contrario. Pero cuando uno consigue abrirse un mínimo hueco en sus corazones, cosa nada sencilla… es posible presenciar por ejemplo, la ceremonia del sakau (una sustancia alucinógena y adormidera que consumen cada noche al atardecer) que permite conectar con los ancestros, es como un vehículo sagrado de comunicación con otros mundos y seres superiores. Es posible sentir en propia piel un halo de misterio que lo envuelve todo y una sensación extraña de estar en compañía absolutamente todo el tiempo, como si cien ojos te vigilasen vayas donde vayas. Es una sensación turbadora, pero desde luego, apasionante  igual que la visita a la isla. Aunque repito: no es fácil llegar hasta allí.