miércoles, 15 de junio de 2011

En el Mar Muerto


Hace pocas semanas tuve la inmensa suerte de poder darme un chapuzón en el Mar Muerto. Creo que es una experiencia que todo el mundo debería poder disfrutar una vez en su vida. Una vez como mínimo. Es algo difícil de describir, pero sin duda delicioso e inolvidable. Allí uno puede tumbarse a tomar el sol sin temor a quemarse y además puede hacerlo práctica y literalmente flotando dentro del agua.
Gracias al oasis de Ein Karem y a las fuentes naturales de agua dulce, es posible encontrar en la zona hoteles de todo tipo. De todas las categorías. De todos los precios.
En fin, lo importante es ir, eso sí, normalmente nadie te avisa de tres o cuatro cosillas que son importantes, pero que allí se convierten en imprescindibles. Como son, que al mar hay que ir con chanclas. No es una recomendación, de verdad que es importante, porque la sal pincha y corta… y luego no es nada agradable. Así que con sandalias está todo arreglado. Luego, hay que llevar una toalla. No para secarnos, que eso prácticamente ocurre por sí sólo. Si no para limpiarnos los ojos en el caso de que nos entre agua… agua súper salada, que pica, escuece y no hace ni pizca de gracia.
También es importante llevar crema. El Mar Muerto es el punto más profundo sobre la tierra, está como a 400 metros bajo el nivel del mar. Del mar normal. Y los rayos del sol no son tan peligrosos, pero la sal es más agresiva, así que lo ideal es darse una ducha de agua dulce, nada más salir. Y después untarse, aunque en el hotel, un poco de crema para evitar interacciones, rojeces y posibles alergias. Esas son las tres cosas que hay que llevar. Además de unas gafas de sol, si uno es sensible, porque si bien el sol no quema, sí deslumbra.
Eso sí, cuidadito cuando uno se mete dentro del agua, porque flotar, lo que se dice flotar, es algo literal… flotas, pero ¿cómo te pones de pie para salir? Por eso hay que tener mucho cuidado, moverse despacio para no salpicar y que no entre el agua en los ojos y tener muy buen humor, porque las posturas para enderezarse una vez dentro, son propias de Humor Amarillo.
Una experiencia para disfrutar y para dejarse la piel como la de un recién nacido. Deliciosamente suave y bonita. Un tratamiento exprés por el simple hecho de entrar en el agua. Ante tales argumentos, lo difícil es decir que no.

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