Nueve parejas, es decir, nueve hombres y nueves mujeres, se
hicieron a la mar en una canoa, buscando una nueva tierra sobre la que
establecerse. Erraban sin rumbo fijo cuando se toparon con un pulpo, una pulpa
concretamente, que se llamaba Letakika, quien les preguntó cuál era el motivo
de su viaje. Cuando las parejas le hubieron relatado su intención, ella les
indicó un lugar perfecto en medio del océano, en el que había una roca que
surgía del mar y se alzaba sobre las olas.
Cuando los viajeros hallaron la roca, construyeron una isla
sobre ella y dejaron viviendo allí a una de las parejas. Los otros 16, se
marcharon. Se desconoce el nombre de aquél hombre, puesto que no tenía
importancia, mientras que sí la mujer, la primera madre, era: Lemuetu. De
hecho, Pohnpei descansa sobre un matriarcado.
Esta es la historia que relata la cosmogonía de la isla,
según la sabiduría ancestral (y oral) de sus ancianos. Si bien, no tiene porqué
ser cierta… tampoco es tan descabellado, teniendo en cuenta que su historia está
enredada en la leyenda y que se desconoce prácticamente todo.
Nan Madol. Esta inquietante ciudad, hoy en ruinas, se
encuentra en la costa este de la isla de Pohnpei, a medio camino entre Honolulu
y Manila. En los Estados Federados de la Micronesia.
Se trata de una antigua ciudad que tiene una superficie de
60 hectáreas enclavada en Sin embargo, su
historia es un enigma desde todos los puntos. Nadie conocer el origen exacto de
las ruinas, pero hay muchas leyendas que tratan de explicarlo y es que 400.000
bloques de basalto son muchos para haberlos tenido que transportar desde la
costa norte de Ponape, lugar del que se cree que proceden las piedras con las
que está construida la ciudad.
una frondosa selva en la que llueve alrededor de 360
días al año. Y además de forma torrencial. Al parecer, se trata de unas 92
pequeñas isletas que se dice que fueron construidas por el hombre, es decir,
son artificiales.
Por lo tanto, las hipótesis se acumulan. Personalmente me
gustan dos: la que dice que un mago llevó volando las piedras para construir
los edificios, desde las canteras al otro lado de la isla… teoría buena donde
las haya; y la que sostiene que las llevaron en balsas de madera de cocotero,
descartando la posibilidad de haberlo hecho por tierra, debido a la endiablada
geografía del terreno. Más aún si se tiene en cuenta que en la isla no viven
más de 35.000 personas en la actualidad… y que en su día debieron de ser muchas
menos.
Pero lo verdaderamente curioso, lo que nos llama la
atención, no es sólo su formación o su construcción. Al parecer, los japoneses
administraron la isla desde 1919 hasta la segunda guerra mundial y hay
vestigios de una enorme actividad de extracción de platino y otros metales preciosos.
Metales que encontraron en los canales sumergidos de Nan Madol. Porque sí,
según las leyendas nativas y los informes de algunos buzos que aseguran haber
visto construcciones, calles y avenidas cubiertas de conchas, corales, monolitos
y otras señales que apuntan al hecho de que Nan Madol debió de ser una gran
civilización ahora sumergida. Se dice que Nan Madol debió de ser la puerta de
entrada a míticas ciudades como Kanimeiso o Kahnihmweiso, la ciudad donde
vivían los reyes del sol.
La verdad es que la isla entera resulta enigmática, pero la
ciudad e Nan Madol se lleva la palma, de hecho, los propios arqueólogos
reconocen que desconocen la finalidad de estas ruinas que son las más
impresionantes de todo el Pacífico.
Pero eso no es todo, porque en la isla, hay un punto mágico
que da un sentido especial a todo el asunto. Es la jungla de Salapwuk, en las
montañas del reino de Kiti, más o menos, al suroeste de Pohnpei. Allí es donde
el imaginario colectivo habla de gigantes, de personas que sabía o podían
volar, de poderes mágicos que permitieron transportar esos bloques de piedra
por el aire… vamos, lo que viene siendo una conexión con seres superiores o
incluso con extraterrestres, teoría que también algunos mantienen.
En cualquier caso, visitar esta isla, es ya una aventura en
sí misma. No diré que los lugareños son personas abiertas ni mucho menos, ni
que reciban a los turistas con los brazos abiertos, más bien todo lo contrario.
Pero cuando uno consigue abrirse un mínimo hueco en sus corazones, cosa nada
sencilla… es posible presenciar por ejemplo, la ceremonia del sakau (una
sustancia alucinógena y adormidera que consumen cada noche al atardecer) que
permite conectar con los ancestros, es como un vehículo sagrado de comunicación
con otros mundos y seres superiores. Es posible sentir en propia piel un halo
de misterio que lo envuelve todo y una sensación extraña de estar en compañía
absolutamente todo el tiempo, como si cien ojos te vigilasen vayas donde vayas.
Es una sensación turbadora, pero desde luego, apasionante igual que la visita a la isla. Aunque repito:
no es fácil llegar hasta allí.