jueves, 31 de mayo de 2012

La diosa viviente

Por increíble que os pueda parecer, que os lo parecerá, no todos los dioses son invisibles ni viven en el cielo o en el Olimpo. Hay dioses que se animan a encarnarse en humanos y, como los reyes medievales, se pasean entre los mortales exhibiendo su fascinante condición. En el caso de Nepal, las diosas se encarnan en niñas, que se conocen como Kumaríes, lo que literalmente quiere decir virgen o pura. Por lo visto hay muchas kumaríes en el país, sin embargo, la más famosa, la más conocida, es la que está en Katmandú. Kumari o Kumari Deví, es el nombre con que designa a estas diosas vivientes, encarnación de la diosa Taleju y la historia es para tirarse de los pelos. Os cuento. La casta Shakya, de la comunidad de Newari, es algo así como la “cantera” de donde se selecciona a las niñas. Cuando hay que elegir a la diosa, se presenta varias niñas que son sometidas a una serie de duras pruebas por parte de los sacerdotes, entre ellas la de asustarlas con ritos y máscaras terroríficas. La niña que permanezca impasible ante semejante cuadro, será sin duda la elegida por la diosa para encarnarse. Después la pequeña se separa de su familia y se va a vivir al Kumari Ghar, es decir, al santuario de la diosa viviente, que está en el centro de la ciudad. Allí será venerada e idolatrada por algunos hindúes del país y por los budistas nepalíes, aunque no por los tibetanos. A partir de ese momento, la niña no podrá abandonar el templo sin un permiso especial, tampoco podrá ser tocada por nadie y sólo podrá alimentarse con la comida ritual pura, especialmente preparada y bendita para ella. Pero lo mejor está por llegar. Porque la niña será sagrada y pura mientras no sangre, es decir, que en el momento en que la niña alcance la pubertad y comience a menstruar, la diosa se desentiende y abandona el cuerpo impuro de la niña para buscarse otra más jovencita. Como si de un cincuentón inmaduro se tratase. Aunque esa no es la única forma de perder el cargo, porque si antes de alcanzar la pubertad, la niña tuviera la desgracia de sufrir un accidente y eso le provocase una hemorragia… el resultado es el mismo. A la diosa le debe desagradar la sangre sobremanera y abandona el cuerpo a toda velocidad para buscar uno… que no sangre.
De manera que las niñas son ungidas como diosas alrededor de los 4 años y derrocadas antes de los 12. Eso conlleva la vuelta a la rutina, a la casta, al trabajo o a tratar de casarse, porque ahora son ciudadanas normales. Dicen que muchas de ellas no consiguen superar el trauma. Supongo que pasarte casi 10 años de tu vida sin que nadie te abrace, sobre todo siendo un niño, debe ser un lujo de experiencia… que yo no le deseo a nadie, por muy dios que digan que es. Yo no sé si UNICEF está al corriente de esto, pero a mí me ha dejado con la boca abierta. Así que si alguien siente curiosidad, en el centro de Katmandú está la Kumari Ghar. Uno puede acercarse hasta los muros y esperar a ver si la pobre niña de turno, tiene a bien, asomarse a la ventana. En cuyo caso, podremos afirmar que hemos visto a un diosa.