martes, 12 de julio de 2011

El Bosque


En esta ocasión no voy a recurrir a la resabida metáfora ni a relataros lo romántico y virtuoso que resulta un paseo por el bosque. Por un bucólico bosque de los de los cuentos. Nada de eso. Voy a relataros lo delicioso que resulta dar un paseo por un bosque concreto... por el Balneario El Bosque. Un rinconcito apartado del mundanal ruido, en plena naturaleza, en silencio absoluto, pero con tecnología de vanguardia y con técnicas terapéuticas de última generación...en feliz convivencia con las milenarias técnicas chinas, indias, ayurvédicas y todo lo que pueda servir para ponerlo a uno en marcha y dejarlo como nuevo.
Se trata de un concepto muy original. En un mismo centro se unen diferentes posibilidades: balneario, spa, masaje, alojamiento, restaurante, bar, zonas comunes dentro de lo que realmente es un bosque y diversos lugares donde practicar yoga, taichí, meditación o cualquier otra cosa que pueda ser de interés, por ejemplo, avistamiento de pájaros, o excursiones a la luz de la luna… vamos que lo único que nos les falta es imaginación. Todo lo demás, está pensado.
Me gustaría dejaros unas gotitas de mi propia experiencia para ilustrar lo que digo.
Sábado por la mañana. Masaje Abhyanga. Aceite de sésamo templadito repartido con fuertes caricias sobre la piel de todo el cuerpo. Y digo fuertes caricias porque la presión no es tan grande como la de un masaje normal. Una delicia. Te tocan puntos estratégicos y algunas zonas del cuerpo que jamás uno se podría haber imaginado que por ahí se puede dar un masaje. Antes de empezar a pensar mal, léase la cara interna de la rodilla, la zona que circunda la axila, el espacio entre el esternón y la base del cuello… un auténtico paseo por nuestros sentidos y el mundo de la relajación más absoluta. Después unos minutos de sauna en el mismo lugar. Porque la camilla es un inmenso cajón en cuyo interior nos desharemos de las toxinas que aún no se hayan eliminado. Y todo esto en poco más de una hora. Los deditos de la sabia masajista te acercan peligrosamente a lo que debe de ser Nirvana.
Y luego la comida. Comida sana, por supuesto, pero alta cocina. Nada de humo enredado en aire. No. Platos contundentes, pero en la justa cantidad. El trato exquisito.
Por la tarde, circuito por el balneario. Nada de ponerse el bañador y al agua como los patos. El protocolo de higiene es alucinante y después, la personas encargada del recinto, que es una profesional, te coge de la manita y te explica cómo hacer el circuito, en qué orden y cuánto tiempo debes pasar en cada lugar. La experiencia es brutal. De hecho, creo que nunca había seguido un recorrido concreto en un balneario y tampoco nunca me había sentido tan distinta al salir.
Evidentemente, cuando las cosas se hacen bien, se nota. Pero aquí no termina la historia, porque según me pude enterar, allí existe la posibilidad de quedarte a dormir. En plan relax pasota o bien siguiendo un programa que te incluya comidas, masajes, terapias, clases y circuitos en el balneario. Por un número de días determinado. Contaban los asistentes que cuando uno tiene tanto estrés que hasta la foto del DNI comienza a crisparse, esto te cambia la vida y te permite verlo todo desde otra óptica. Lo que, en el mundo y el momento que vivimos, es una oportunidad de las que hay que coger.

lunes, 4 de julio de 2011

Diego Rivera visita España


Por una vez en la vida. Esas casualidades raras que hacen que las cosas ocurran, las obras de este pintor tienen ocasión de pasear por Málaga, Sevilla y Burgos. ¿Quién sabe si durante nuestras vacaciones en alguno de estos lugares tendremos ocasión de ser presentados? Obviamente, la posibilidad de estrechar la mano del excepcional pintor, ya no la vamos a tener, pero igualmente, si alguien quiere, podrá disfrutar de una exposición de esas poquitas que merecen la pena. Sin prisa, sin agobios, sin entendidos en arte que nos expliquen el significado de la mancha azul sobre el fondo negro... estos cuadros hablan por sí mismos. Por sí mismos lo dicen todo. Por sí solos son capaces de envolver al espectador y convertirlo casi en un trocito del propio cuadro.
En esta ocasión se trata de treinta y seis obras, creo recordar, que viajan desde el Museo de Arte del Estado de Veracruz y que representan la vinculación afectiva del artista con este lugar. ¿Alguien lo conoce? Es lo que podríamos llamar una provincia mexicana, aunque allí se llaman estados. Y allí la vida transcurre despacito, sin prisa, oliendo a café y saboreando frutas que sólo hay allí. La música, el sonido que acompaña el día a día y el colorido que baña el paisaje urbano lo convierten en algo único. En algo que, a la larga parece sacado de esos cuadros. O más bien parece como si uno estuviese en el propio cuadro. No sabría definirlo. Es como un mar de sensaciones. Pura inspiración. De hecho es una de esas cosas que se viven, porque no se pueden contar.
Y tenemos siete meses nada menos para deleitarnos con los "36 Diegos" que después volverán a su casa y nos esperarán allí por si alguien se ha quedado con ganas de más.