En los años 20 del siglo XIX, fue Johan Konrad Vogel quien decidió comenzar a producir en masa esta tarta. En 1850, el aventurero austriaco Franz Hölzlhuber llevó la receta consigo a Milwaukee, en los Estados Unidos. Y fue quien, por ende, la hizo famosa en todo el mundo.


Su masa es muy crujiente, está hecha con harina, mantequilla, yema de huevo, ralladura de limón, canela, zumo de limón y frutos secos machacados, cada uno los que prefiera, pero los austriacos son unos entusiastas de la avellana. En el centro se colocan los frutos secos y mermelada de grosella, aunque ahora también la hacen de ciruela, frambuesa o albaricoque. ¡Qué afición hay en Austria por los albaricoques! La parte superior de la masa, está enrejada, es decir, la masa se trenza para que la mermelada se vea.
La verdad es que no sé cómo puede salir tan buena, pero es una verdadera delicia.
Es una receta muy común en los días de fiesta, sobre todo durante la Navidad y en los meses de más frío. A veces, la preparan como una tarta de verdad y otras veces como tartaletas individuales, que más parecen galletas. Estas son las más peligrosas, porque todo es empezar. Absolutamente deliciosas.